Cuando visité Estambul tratando de encontrar Bizancio, salvo Santa Sofía, el obelisco de Teodosio y el de Constantino del que no tengo foto colocados en el centro del hipódromo, nada había de la ciudad que era el centro del mundo con la dirección y distancia del resto, del refinamiento social, y traumática sucesión de los emperadores.
La Roma ya griega, tan temido durante mil años de caer en Grecia, tenían sus dioses a los que le habían cambiado nombre, tenían sus profesores, debían ilustrarse con ellos sin llegar a ser griegos.
Primero fue mudando de capital, acercándose al límite europeo con Asia hasta que Constantino en larga carrera desde York en Inglaterra, recibe la misión y funda la ciudad en las márgenes del paso hacia el mar Negro, ciudad infranqueable que soportó el asedio por mil años hasta que le abrieron la puerta a los turcos que la arrasaron.
Ya no era romana sino griega, desde el año quinientos se había adoptado el griego como idioma y también los dioses reemplazados por el cristianismo.
Los emperadores se agachaban para entrar por la puerta de cinco metros de Santa Sofía porque querían demostrar que eran mas altos, yo también lo hice.
Caída Constantinopla los sabios bizantinos se reúnen en Florencia en un encuentro religioso y transmiten sus conocimientos que dan lugar al renacimiento, ya no desde Roma sino a través de las ciudades estados italianas y los emperadores del Sacro Imperio ya ocupado por los Habsburgo.