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viernes, octubre 26, 2012

UNA BANDERA SINGULAR

Todas las banderas del mundo encierran en sus colores y símbolos un mensaje, inspirados en objetivos trascendentes hasta donde alcanzan la inspiración y los conocimientos de los creadores y el destino de los pueblos que la enarbolan.

La bandera Argentina, no se impone por su colorido, no contiene ni el rojo de la sangre, ni el verde de los pastos de África, ni el profundo azul de los mares, ni el negro de la muerte, ni Luna ni estrellas, no esta crucificada  ni vertical ni transversalmente, exhibe una simpleza que induce  pensar carece de contenido.

En la escuela primaria se nos enseñaba que la bandera había sido inspirada por el azul del cielo y el blanco de las nubes, y en mis cortos años me parecía una ingenuidad.

Así la veía hasta que he logrado descifrar el alto contenido cosmológico que encierra, inducido por una bandera de creación reciente, con la que comparte casi los mismos componentes, no puedo por tanto evitar hacerlo público, en lo que estimo se me ha resultado como una grandiosa y trascendente armadura.




En el centro el Sol, que es también estrella, el postrero dios, tal su lugar que se ha permitido ordenar reuniendo desperdigados planetas con sus acólitos que lucen como satélites en el nuevo sistema.

El celeste cielo, atmósfera abrazadora de la tierra, mismísima Natura, Madre de la diversidad de vida orgánica a la pertenecen los hombres, con vestidura gaseosa de Oxígeno y Nitrógeno, que difractan los rayos solares y la hacen lucir única entre los planetas.

El blanco de la nubes, nubes que resumen el pensamiento y la memoria, comprende las que se encuentran inmersas en la atmósfera que la matizan, pero por sobre todo las otras que pueblan como cirros en cercanía de Febo y plus ultra como cerebro de éste sistema y posiblemente de muchos otros.

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