Conocían perfectamente el lujo y la sofisticación de Londres y a menudo se sentían avergonzados por las deficiencias culturales de sus sociedades provinciales más sencillas. Pero estas diferencias con la autocomplaciente madre patria, por desconcertantes que fueran, acabaron convirtiéndose en importantes fuentes de su originalidad y creatividad.
De como y quienes formaron la Nación Norteamericana
Habían llegado a definir lo que significaba ser verdaderamente civilizado —cortesía, buen gusto, sociabilidad, erudición, compasión y benevolencia— y también lo que significaba ser un buen líder político: una aversión a la corrupción y un comportamiento cortesano. Estos ideales, valores y normas, ilustrados y clásicamente republicanos, llegaron a limitar y controlar su comportamiento. La vida se convirtió en un teatro y los líderes se convirtieron en actores y personajes. Jefferson estaba obsesionado con la cortesía, y ésta se convirtió en la fuente de gran parte de su éxito en la vida. Washington siempre actuó como si fuera un personaje en un escenario.
ser lo que Jefferson llamaba “aristócratas naturales”, aquellos que medían su estatus no por el nacimiento o la familia, sino por los valores ilustrados y el comportamiento benévolo
.Los aristócratas ingleses eran arrogantes, complacientes con su constitución y poco dispuestos a pensar de manera nueva sobre la mayoría de las cosas. Cuando pensaban en las provincias periféricas y subdesarrolladas de su gran mundo británico, tendían a mirarlas con desdén. A los ojos de la clase dirigente inglesa, no sólo Norteamérica sino también Escocia eran despreciables y apenas civilizadas.
Despreciando la pretensión y el lujo de la Inglaterra metropolitana, adoptaron con entusiasmo los nuevos ideales ilustrados del siglo XVIII de gentileza y servicio público.
“Aborrezcamos la superstición y el fanatismo, que son los padres de la pereza y la esclavitud. Hagamos la guerra a la ignorancia y la barbarie de las costumbres. Invitemos a las artes y las ciencias a residir entre nosotros. Fomentemos todo aquello que tienda a exaltar y embellecer nuestro carácter. Y, en definitiva, que el amor a nuestra patria se manifieste por lo que es la única manifestación verdadera de él, un alma patriótica y un espíritu público”.
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