Tweet to @LeonLeoncio

domingo, abril 28, 2013

El Índice CRO (cuento del Arq. Carlos Alberto Micca)


 El Gringo no era de arrugar en el trabajo. Así que lo que andan diciendo ahora, que era faltador, que chupaba y todo eso, son todas mentiras. Lo que yo he vivido, y visto con mis propios ojos, es que si en la obra había que volear ladrillos, el Gringo estaba. Si se paleaba arena, el Gringo estaba. Si se llenaba losa, el Gringo estaba. Con lluvia o con sol, el Gringo estaba siempre. El trabajo de la obra tiene eso: hay que aguantarse el frío, la lluvia y el sol del verano. Para eso hay que ser fuerte. Y firme. Y duro. Y no arrugar nunca. Como Genaro Vebilaqua.
Él era inteligente, leía mucho y se sabía expresar. Todos los muchachos lo escuchaban cuando hablaba. Porque el Gringo hablaba solamente cuando había temas importantes. Alguna vez que nos metíamos en un bar a tomar un vino, el Gringo hablaba de cosas importantes.
Un tiempo después de haberlo conocido en el edificio de Nueva Córdoba, me dijo que era anarquista. De chico allá en Italia, decía, había muchos y él se prendió. Y Si Vebilaqua te decía algo, vos no dudabas. Porque el Gringo no tenía para qué mentir. ¿Qué podía llegar a ganar el Gringo diciendo mentiras? Decía que no valía la pena, porque a él le sobraba con la verdad.
Cuando por alguna razón alguien discutía, por cualquier cosa, ponele que la medida de una mesada o la cuota del Gremio, él siempre razonaba con uno y normalmente terminaba teniendo razón.
Por eso, cuando lo encontré aquella siesta en el balneario de Río Ceballos, y me contó la historia de los neardental, no tuve ninguna duda sobre lo que me decía. Y aunque parezca raro, todo lo que me dijo que iba a pasar se ha ido cumpliendo poco a poco.
Lo de de los aviones de Nueva York, por ejemplo. Me contó que los que se murieron en las Torres Gemelas eran todos laburantes rasos, como la gente de la limpieza, cafeteros, oficinistas. La chica del guardarropa. Los cajeros del Banco. Barredores. Lustrines. Los Bomberos, que llegaron después y se comieron el garrón cuando se cayeron los edificios. ¡No hubo ningún gerente muerto! Es dato posta, aunque no se dé a conocer por los diarios.
Mucha gente del Gobierno sabe esto y se calla la boca. Por miedo o por conveniencia, no sé, pero el caso es que no dicen nada.
Lo que me contó esa vez me dejó mudo. Dijo algo que casi nadie sabe: que hace unos 500.000 años había dos razas de humanos en el Planeta. ¿Te imaginás? ¡Dos Razas Humanas!
Estaban los Neardental y los Cromañón, que guerreaban entre ellos. Que la guerra la ganaron los Cromañones, que venimos a ser nosotros. Y que los otros, los Neardental, según la historia, se extinguieron. Desaparecieron. Fueron.
Pero la verdad es muy distinta. Los hombres de la raza neardental nunca se extinguieron. Es más, actualmente viven entre nosotros. Y hasta gobiernan Países. Parece que se han hecho controles en algunos de los Líderes del Mundo, utilizando el Índice C.R.O., y el los resultados dicen que muchos de ellos son de origen neardental.
Se sabe entre la gente entendida, que Jorge Bush es uno de ellos. Pero otros estudios demuestran que tanto el Obama, Kadafi, Vladimir Putin, la Merkel y Osama Bin Laden son, o eran en algún caso, de esa raza. Y que la disputa que está haciendo pelota el mundo es a una estrategia de ellos para conquistar el Planeta.
Así de simple. Y si uno se pone a pensarlo es lógico: quieren que nos peleemos entre nosotros. ¿Porqué sino hace una punta de años que hay guerras por todos lados?
El Gringo decía que la cosa había empezado con Vietnam; que siguió en Croacia, después en Chechenia, en toda Arabia. Guerra hace poco en Irak, en Afganistán. Y hay amenazas para Irán y Corea. Cincuenta años de guerra en Israel, Palestina y El Líbano. Y cuarenta años de lucha en Colombia. Y cincuenta y tantos años de bloqueo en Cuba. Y la guerra de Malvinas. Y la cosa sigue.
También contaba que el índice C.R.O. fue creado por un grupo de científicos de la famosa Universidad de Mantua, en Italia. Este Índice te dice el origen de cada individuo que habita en el Planeta. Pero no ha podido ponerse en práctica en las cantidades necesarias. Hay problemas legales que obligan a contar con el consentimiento del individuo para poder realizar el análisis. Estupidez de la Legislación. ¡Mira vos si los tipos se van a dejar sacar sangre para que les den la cana!
Nos contaba el Gringo que cuando los hielos de la Gran Glaciación comenzaron a retirarse hacia el norte, los neardental siguieron ese rumbo. Al final del viaje eran unos 50.000 individuos que se organizaron para lograr la supervivencia de su raza. Y se fueron para la Gran Caverna, que está cerca del Polo Norte.
Allí lograron crear un modelo social de número limitado – sólo hay 40.500 individuos neardental activos al mismo tiempo ¡y los tipos pueden vivir como 135 años!
Además, tienen tecnología basada en la geotermia, o sea el calor, que les viene de arriba en la Gran Caverna porque está cerca del centro de la tierra y les permite usar cantidades de fluido sin gastar un mango, a costo cero. Y con eso en la mano hacen lo que quieren. Cultivos, ganadería, industrias ¡De todo hacen!
Algunas de estas cosas el Gringo las decía frente al Arquitecto, que era un tipo sobrador, que casi no hablaba con nosotros. Pero escuchaba todo lo que se decía en la obra. Él sabía lo que cada uno de nosotros decía. Y el Arquitecto nunca lo contradijo cuando hablaba de estas cosas, ni lo corrigió, ni nada. A otros ni los dejaba decir ni pío: ¡callate y laburá, Juan! o ¡Te voy a echar a la mierda Camacho! Así nos trataba. A todos, menos al Gringo.
Resulta que Vebilaqua venía de trabajar en Italia, en una ampliación en la Universidad de Mantua, y allí escuchó el tema del Índice. Sabiendo que en la Universidad se estudian cosas importantes, se metió por allí y empezó a juntar datos. Y destapó la cacerola: el Índice C.R.O. es un Secreto de Estado. Quiere decir “Coeficiente de Recurrencia de Oportunidad” y se lo hizo para detectar a los neardental con total precisión. Sin error. Te hacen un análisis de sangre y el Índice te tira que SI o que NO. Y a llorar a la iglesia.
Y el Gringo Vebilaqua tenía el reactivo. Solamente tenía dos botellitas (yo mismo las tuve en mis manos) de esas que tienen una gomita para sacar parte del líquido sin que le entre el aire).
Con eso en las manos nos pusimos a buscar gente que pudiera ser neardental. Había que encontrar un tipo petiso y fortachón, con nariz grande y que fuera inteligente. Y había que sacarle sangre. Pensábamos en dormir al candidato, sea con alguna droga o con un golpe, y llevarlo a un enfermero amigo para que le saque sangre. Y después al tipo le metíamos media botella de ginebra adentro y lo dejábamos en algún baldío del barrio para que duerma la mona.
Con esta idea el Gringo y yo estuvimos siguiendo al Petiso Contreras como dos meses. No todos los días, por supuesto, porque laburábamos en la obra. Solamente lo seguíamos los fines de semana. El Petiso parecía una foto de un neardental. Era ancho de cara y con la frente abultada, brazos gruesos, piernas cortas, y narigón. Pero era un boludo, con perdón de la palabra. Solamente le interesaba jugar a la pelota en la canchita de los curas, comer un asado los domingos y salir con las minitas que iban a bailar a La Toscana. Con este perdimos más de dos meses.
Después empezamos a seguir a un pastor de la Iglesia Evangelista, que tenía su templo atrás del depósito de Pritty, por el lado de Carola Lorenzini. También apuntaba en lo físico como neardental. Pero era un tipo simple, que se la pasaba sonriendo todo el día, feliz de la vida. Además necesitábamos dos cospeles de ida y dos de vuelta para llegar hasta allá. Duró poco la vigilancia y no pasó nada.
Pero nuestros movimientos levantaron la perdiz. Se ve que los tipos que seguíamos nos marcaban también a nosotros. Nos dimos cuenta porque como al mes de seguir al pastor vimos que un tipo petiso estuvo más de dos horas parado en la esquina de la obra. No hacía nada. Solamente miraba de vez en cuando para arriba y fumaba. Como a la tres de la tarde se tomó un taxi y desapareció. Al rato apareció otro y estuvo hasta la hora de salida.
Después, poco tiempo antes de lo del Gringo, apareció un vendedor en el Edificio, que dijo que tenía arneses de seguridad y cinturones para carpintero, de los que traen bolso para clavos, sujeta tenaza y porta martillo. Eran de cuero, de muy buena calidad y te los daba en tres veces. ¿Casualidad que tanto el Gringo como yo éramos carpinteros de obra?
Cuando el tipo subió y me miró para ver si yo le compraba, el Gringo me hizo una seña con la cabeza, un ¡no! lento y preocupado, y bajó para el baño. Yo me hice el sonso y me fui moviendo despacito hasta el otro encofrado, poniendo algún clavo aquí y otro allá como para despistar, bajé por una escalerita y me fui al entrepiso, adonde estaba el Botiquín y me quedé allí, como si estuviera mal de la panza o algo.
Esa fue la única señal de peligro que tuvimos. A las dos semanas murió el Gringo.
Dicen que se cayó de la losa, que se mareó, que no tenía puesto el arnés, que no usaba el casco. Si, claro ¡pero no dicen que el Gringo había trabajado 35 años en las losas! ¡Mirá vos si se iba a caer! Al Gringo lo tiraron. Seguro. Me juego las bolas que lo tiraron.
Para peor ese día yo había llevado al más chico de mi hermana al dispensario porque tenía como una pus en el oído, y la Cachi no podía ir porque la vieja Olmos -ella trabaja desde chica con los Olmos- se mudaba y había mucho que hacer en la casa.
Así que llevé al pibe para que lo viera el médico (no era nada, le pusieron dos gotitas y santo remedio). Después lo llevé a su casa y me fui para la obra.
Llegué como a las once y media y de lejos me di cuenta de que algo andaba mal. Había canas y mucha mala onda. Vi agentes dando vueltas y mirando para arriba, y una ambulancia. Me acerqué un poco y alcancé a ver un cuerpo, tapado con unos diarios, y mucha sangre en el piso.
No tuve ni que preguntar. Al toque dije para mis adentros ¡lo cazaron al Gringo! Pasé de largo y caminé varias cuadras respirando fuerte, para serenarme. No podía pensar y temblaba como loco.
Al rato volví a pasar. Estaban los de la tele, Mansilla creo que era, haciéndole una nota a la mujer de la casa de enfrente, que no sabía nada de nada. Pasé de largo, me fui a la casa y me encerré en la pieza.
A la semana siguiente le hablé por teléfono al Arquitecto y le dije que tenía un problema de familia, que estaba enfermo, que no podía ir a trabajar y un montón de cosas. Él me dejó hablar un rato y me dijo algo que me puso los pelos de punta: “pirate, Vicente” me dijo. “pirate que estás marcado”.
Cuando volví por la obra en nuevo capataz era el Petiso Contreras. Ni lo miré, levanté mis cosas y me volví para mi pueblo.
Ahora trabajo en la Municipalidad, en Tributarios, porque soy bueno para los números. Y no me meto en nada.
No vaya a ser que me encuentren.

No hay comentarios.: