Ermes, así sin hache como en francés, fotógrafo de profesión, comía salteado, criado por el sol y el viento, se lo conocía por “El Caburé”, era como lo indica su nombre el mensajero de los dioses.
Tuve la dicha de presenciar en una y mil oportunidades cuando se dirigía a personas de cualquier rango, político, económico y social, con un mensaje ininteligible para el observador, tampoco comprendido por el caburé, pero de asimilación inmediata por el interlocutor.
Todos lo escuchaban al menos algunos minutos. Su mensaje llegaba como metáfora y quien lo recibía era el encargado de decodificarlo, amaba a los perros y creo que el mismo se consideraba un perro. Algunas anécdotas sobre Diógenes hablan acerca de su comportamiento como el de un perro y sus alabanzas a las virtudes de los perros
No sé quién soy, decía, algunos presidentes argentinos habían hablado alguna vez con él, de hecho mezclado en los actos públicos como fotógrafo los políticos y demás asistentes intercambiaban algunas frases.
Conociéndole se entiende a Alejandro el Magno en su encuentro con Diógenes que me tomo la licencia de transcribir como complemento:
Cuando Alejandro Magno llegó a Corinto le informaron de la presencia de Diógenes en la ciudad. Éste se hallaba retozando plácidamente en el Cráneo, junto a la tinaja que le servía de acomodo. El monarca macedonio se personó ante él:
- Soy Alejandro, el gran rey.
- Y yo Diógenes, el perro.
- ¿Qué quieres de mí? Puedo ofrecerte lo que quieras.
- Que te apartes un poco y no me quites el sol.
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