Vivo en en un pueblo de turismo, donde existen gran cantidad de confiterías y cafeterías, por lo que es de rigor que al menos una vez al día recalemos en alguna para intercambiar algunas consideraciones café mediante.
En la periferia algunos pocos bares se permiten ofrecer copas a los parroquianos, vino y o cerveza, y nada mas, otrora eran muchos mas.
Pero el caso que no ocupa es un bar itinerante, de un matrimonio, que desde hace mucho tiempo,(al menos quince años) se permite la licencia de deambular por las calles del pueblo, con un changuito en el cual transportan una o dos damajuana de vino, y otros enseres, de tal forma se detienen en algunas esquinas predeterminadas con las comodidades necesarias y allí apuran sus tragos, por partida doble, ambos de contextura física notable que les ha permitido desde hace años mantenerse alcoholizados a diario sin afectar sus condiciones de salud, de rozagante cara y nariz colorada.
Creo que ni el mismísimo Falstaff puede superar la apostura de nuestro personaje vernáculo, de vientre robusto y otras cualidades que le exigen sentarse siempre con piernas abiertas y mirada soñadora.
sábado, septiembre 10, 2011
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