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martes, mayo 17, 2011

OTRO CUENTO DE MI ABUELO

Cuento 12.- Emperador vencido
La disputa por la supremacía de los gobernantes sobre los clérigos y viceversa se arrastra desde antiguo, nunca ausente en un reino y mucho menos en el imperio, que el emperador de paso por la comarca no dejó de exteriorizar al remitir al obispo de M… un cuestionario con tres enigmas a resolver bajo apercibimientos varios en caso de defecto
1.- Que distancia había de la tierra al cielo
2.- Cuanto valía el emperador
3.- Que piensa el emperador en el momento de recibir la respuesta.
El requerimiento fue una forma de poner de resalto la supremacía del poder temporal por sobre el eclesiástico, de lo que no dudaba el emperador convencido como estaba que era dios en la tierra y que contaba con el favor de los sempiternos que de una y mil formas le señalaban su existencia resolviéndole las encrucijada que el ejercicio del poder le presentaba.

Tampoco tenía dudas el Obispo sobre quien mandaba y fue el sólo hecho de recibir el pedido lo que provocó en el una depresión de tal naturaleza que encerrado en clausura se entregó al abandono.

El sacristán le observaba con preocupación y solicitaba de su superior le informara la causa de su decaimiento, guardada celosamente por el obispo, sin comunicar a persona alguna, hasta que ya en las postrimerías del plazo, considerado perdido por perdido cede al requerimiento del inferior y decide hacerle conocer la causa de la difícil situación en la que se encontraba.

Pero padre, como no me lo comunicó con anterioridad, los enigmas planteados yo los puedo responder fácilmente siempre y cuando Usted me permita reemplazarlo vistiendo su indumentaria al llevar las respuesta ante el emperador, dijo el Sacristán en forma espontánea.

Medita el obispo, sobre la conveniencia de ser reemplazado por el asistente, quien soportaría las consecuencias en caso de no ser satisfactorias las respuestas, por lo que se encontraba liberado doblemente, lo que le permitió cierto placer interior, descargar en el subalterno, que por otra parte para eso estaban los inferiores, así acepta la propuesta.



Parte el sacristán finamente vestido, cumplido su sueño de ser obispo al vestirse con su ropa, que si bien le quedaba algo holgada- siempre los sacristanes son de reducida dimensiones en el pueblo de M…..,por lo que una monja lo había acondicionado correctamente4.

Ya en el límite del plazo, es ingresado ante el emperador quien se encontraba rodeado de toda su corte, que atenta observaba al compareciente, en la íntima convicción que las cuestiones planteadas eran de imposible resolución, por lo que presagiaban un desenlace inmediato con la correspondiente ejecución al estilo del emperador.

El ahora prelado, extrae del interior de su bordada sotana, un pliego de dimensiones extraordinarias con una cifra de cuarenta dígitos y se la entrega al emperador, con gesto de sumisión señalando que esa era la distancia en miles de Km. de la tierra al cielo.

Se exalta y expresa el emperador sus dudas sobre la correcta dimensión y así se lo hace conocer al clérigo con estentórea actitud de soberano y recibe como respuesta, que si consideraba imprecisa la distancia tenía la posibilidad de encargarse de medirlo personalmente u ocupar a uno de sus agrimensores para que así lo hiciera.

Bueno, bueno dijo, se lo ve bastante astuto, dígame por tanto cuanto valgo entonces, 15 monedas de plata emperador, contesta, por cuanto si Cristo que era emperador del cielo y la tierra fue vendido por treinta usted que es sólo emperador de la tierra vale la mitad y me adelanto a la tercera respuesta diciendo que usted está pensando se encuentra ante el Obispo, y no es así, por cuanto yo sólo soy el sacristán.

Vaya si tanto sabe el sacristán, cuanto más será el obispo, suspendamos por ahora  la querella de las investiduras dando al rey lo que es del rey a al obispo el derecho de elegir los sacristanes y vestirlos como Obispos.

Una ligera y reservada sonrisa esbozaron los miembros de la corte testigos del encuentro por la irónica concesión del emperador, pero también al verlo derrotado, por cuanto íntimamente se sentían agobiados por la actitud soberbia de su soberano, que ya con largos años de ejercicio del cargo no encontraba límites a sus ocurrencias.

La mirada escrutadora del emperador se encargó de discernir en cada uno de los miembros a cual de ambas alternativas respondían sus sonrisas, dicen que días siguientes fueron depuestos algunos de los presentes, sin invocación de causa.

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