Viajaba desde Verona a Innsbruck en una tren
austríaco, acompañado en la cabina por Elsa, Walter y una distinguida señora italiana residente en Innsbruck
deponiendo en inglés sobre cosas divinas y humanas, bueno en realidad sólo
sobre cosas humanas.
Por el pasillo, intentaba pasar una joven señora con su
cochecito, niño incluido, y toma una valija que había sido dejada en el paso,
nos abre la puerta y dice ténganla aquí, en un dudoso tono.
La tuvimos entre las piernas un buen rato, esperando venga a
buscarla, en el común entendimiento debíamos cuidarla hasta que dejado
el niño estuviera en condiciones de transportarla.
Sorpresivamente ingresan dos individuos y tomando la valija,
sin decir agua va, se la llevan, salgo detrás de ellos y se la quito
trayéndola nuevamente al compartimiento, a partir de lo cual se produjo una
discusión, todo en media lengua de dos turcos que no hablaban casi alemán, la
señora italiana que si lo hablaba y le explicaba que la valija había sido
dejada por una señora para que se la
cuidaran y ellos que alegaban ser los propietarios de la misma.
Uno de ellos entonces muestra con su pasaporte que el nombre
coincide con el inserto en la valija, por lo que se la entregamos y todo en paz.
Recién comprendimos que la valija le molestaba a la señora
para pasar con el cochecito y creyendo que era nuestra la coloco dentro y no
nos pidió sino que nos recriminó que la hubiésemos dejado en el paso.
Transcurrido alrededor de media hora, llega la policía y
nos requiere los pasaportes, viéndolo a la distancia el funcionario dice
Argentinos y no lo revisa, y me dice por lo bajo, “Argentino Capo”.
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