Eran tiempos de turismo nacional en mi pueblo, estaban los que alquilaban burros para paseos de los niños, también caballos y sulkys, algunos con ruedas de autos, muchos con aros de metal, que Juan Palomo se encargaba de colocar.
Los alquiladores de los caballos eran los hermanos Sánchez, con parada frente a la estación del ferrocarril, donde los matungos se encargaban a aromatizar, con ese profundo perfume que he podido recordar recientemente a mi paso por la plaza San Esteban de Viena, ese hedor suficiente, que los abundantes baldes de agua no alcanzaban a mitigar.
Los caballos no sólo hacen popo, o pipi, también se espantan y es cuando son mas peligrosos, y ese es el caso de referencia, los brutos espantosos, que viene a cuento a partir de un caballo, que no se trata de "Caballo Loco", como denominaban a un presidente del Perú, ni a "Caballo de Pompa Fúnebre" como llamaban a un morocho grandote en el club La Falda, ni del otro, el encargado de instalar el "corralito" en la Argentina.
No hay corral suficiente para este otro Caballo, nacido para el desastre, que no puede superar la condición de equino que lleva gravado en su código genético, es Babieca humanizado, que el mismo Cid lo montara si resucitar pudiera, que vive enlazado por la Mantis Religiosa presta a engullirlo si en tiempo llega, porque es un elegido, caballo descerebrado, elegido para el desastre.
Descubrir de quien se trata es parte de este cuento.
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