Mi interlocutor y compañero era un ex intendente de mi pueblo, la mesa era de una importante confitería de otro ex intendente mas antiguo, al que siempre tuve por bondadoso y desprendido, quien se acercó a saludar como de costumbre en cuya oportunidad mi contertulio le solicita un préstamo de unos pesos por cuanto estaba necesitado, este perturbado le manifestó que no podía realizarle el préstamo y raudamente se dirigió a ocultarse en la cocina.
Lloró amargamente mi amigo, sí, tal como lo señalo con abundantes lágrimas, situación incómoda ciertamente incomprensible para mi, ver a ese hombre mayor sufriendo semejante desazón ante el desplante padecido.
Ambos ya se fueron pero la luz llegó, tarde, pero llegó
Muchos años después, conversando con su viuda en una cola del banco, me manifestó el desastre que había sido el casino para ella, por cuanto su marido tarde en la vida se había convertido en jugador empedernido y perdido en consecuencia ingente cantidad de dinero, incluida una propiedad de ella que había heredado de su padre que la obligó a impedirle el manejo de por vida de los ingresos comerciales y dejarle sólo con su baja jubilación para sus gastos personales.
Me relataron con posterioridad de la surrealista forma de juego, famosa en el casino de las inmediaciones, después de realizar su apuesta se escondía detrás de una columna y se tapaba los oídos para no escuchar el número que había salido y se acercaba a la mesa para ver con sus propios ojos si había acertado, por supuesto la mayoría de las veces sólo para contemplar como el rastrillo llevaba ahora sí con sonoridad sus fichas.
Convertido en benefactor del casino, los crupier -esto me lo relata uno de ellos-venían por las tardes a la confitería a recordarle que lo esperaban en la noche y que la mujer los expulsaba cuando los detectaba.
viernes, enero 13, 2012
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