Kodak siempre kodak, proclamaba el fotógrafo, que transportaba su máquina de cajón sobre el hombro, en las márgenes arenosas del río Cosquin.
Tenía una curiosa forma de caminar, ligeramente encorvado hacia la derecha y en cada braceo tocaba con la mano derecha su nariz
Esmirriado, de baja estatura, con cara de festejo a partir de brindis permanente, en momentos se detenía para entonar algunas cortas estrofas y ensayar talentosos pasos de baile acompasados con el repiquetear de sus dedos con las dos manos juntas en curioso estilo desconocido en el medio.
Vivía en la ciudad de La Falda, a quince kilómetros de distancia, que recorría diariamente en una vieja estanciera Kaiser, no sabía leer ni escribir, pero era poeta en su lengua, recuerdo uno de sus versos rimados en el original que traducidos dicen:
Vine a las montañas de la Falda
Buscando solaz para mi alma
No hay solaz me dijeron
Para los que se separan de su esposa
Usaba siempre camisa negra como luto, decía, en señal de su doloroso destino de divorciado.
viernes, enero 06, 2012
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