La Pompadour, pitonisa real del decimo quinto de los Luises
Franceses, pronunció la célebre frase, "après nous, le déluge", tratando de
consolar al rey después de la derrota de Rossbach, metáfora que preanunciaba la
rodada, limpiamente seccionada de las testas monárquica de Francia, sin saber
que era anfibológica porque al mismo tiempo anunciaba que otro diluvio se precipitaría ciento
cincuenta años después en el globo
terrestre.
Los medios de transporte de la época pre revolución francesa, funcionaba a
pasto que dejaban como resto un insignificante vapor de gas metano insuficiente
para generar el fenómeno invernadero que
diera lugar al calentamiento, pero allí estaban
y si bien no afectaban la perfumada cámara real donde la favorita
deleitaba a su alteza, era el preludio del actual invernadero.
Junto al calentamiento llegan las lluvias y con ellas las inundaciones cada vez mas habituales, especialmente en las ciudades, planificadas en temporadas baja de precipitaciones y por tanto con capacidad de escurrimiento siempre insuficientes.
Estamos en pleno diluvio, in crescendo, con un globo globalizado, paraguas
en mano y secarropas siempre presto, a distancia de la costa marina, y si no es
posible con chinchorro siempre presto.
La realidad presenta un nuevo enigma, que no sé si es suficiente la metáfora extraída de “Water Gate”, para determinar quien con el diluvio, si procede allende el Potomac o plus ultra, de los desiertos convertidos en lagos.
Quien es el nuevo Noé, que pueda sintetizar todo el conocimiento acumulado a partir del ayer lejano hasta el hoy cibernético, quien es, donde está, en tiempo de la globalización, cual es el arca, quien el capitan de la marea alta, de donde proviene, desciende de la altura o del nivel del mar.
Quien es la síntesis racial, que enlaza el acuoso cielo, el pensamiento de Zeus, él que conoce las reglas del gobierno de Júpiter y los secretos de los dorados tiempos de Saturno, quien es el Señor(a) de los Anillos.
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